El “boudoir” de Rebeca

Edith González Marín

Agosto 14 de 2020

 

 

Recorre a gran velocidad los quince kilómetros que todos los días, de lunes a viernes realiza en su compacto y lujoso vehículo; se siente poderosa, triunfante, el nuevo cargo que le asignaron lo había deseado desde hacía mucho, ahora era suyo. Riñas, roses y demás dramas para ser “jefe ejecutivo de diseño de imagen” de su empresa, increíble que fuese ella, pensó; el puesto fue muy deseado y competido.

 

Se vio en el espejo retrovisor, y le dio el ultimo retoque a sus enormes ojos negros. El cabello alaciado que alguna vez fue crespo, lo acomodo en su espalda y bajó rápidamente del carro, iba retrasada a la cita agendada con anticipación para atender a una cliente que requería de sus servicios fotográficos.

 

Margarita dedicaba su tiempo libre a la fotografía, era su pasión y para nadie era desconocido esta afición en la que invertía sus noches y los fines de semana. Había hecho fotografía social por varios años, bodas y más bodas; manejaba a la perfección las fachadas coloridas de San Cristóbal de las Casas en Chiapas, así como las calles céntricas estilo colonial de la bella Oaxaca. Ahora incursionaba en una nueva faceta, una técnica un poco más compleja, y lo interesante de hacerlo era la forma en que se fusionaba la foto y la persona, era todo un reto obtener de las modelos anónimas imágenes muy sensuales.

 

En el curso les explicaron que era fotografía muy íntima, llamada “boudoir”; el lado femenino y elegante de la mujer. Durante el curso aprendieron y practicaron cómo provocar en las modelos esa sensualidad escondida, atreverse a vestir corsetería y accesorios diversos que proyecten belleza sin importar la forma del cuerpo. Eso realmente la tenía motivada.

 

Desde entonces se identificó con el contexto, ella misma se autocriticaba por ser de complexión robusta; y ese fantasma la seguía constantemente y le golpeaba su autoestima. -Decía el instructor del curso: “la mayoría de estas clientes son amas de casa o jóvenes profesionales cuyas vidas son rutinarias, y a las que les atrae obtener una imagen de portada de revista que las haga sentir atractivas a la mirada ajena y la propia, sin embargo, no olviden que “los ojos ven antes de la toma fotográfica”

 

Esta vez ya no era práctica, era real y estaba sola, de ella dependía el éxito o fracaso de la sesión. De acuerdo al manual el primer paso era el más sencillo, la autoestima de la modelo, rápidamente pensó “es lo más simpe”. Espero unos diez minutos y puntualmente la modelo llegó al tercer piso donde Margarita había montado su local y escenario fotográfico con diseños surrealistas y muebles coloridos tipo vintage y otros de estilo minimalistas.

 

La saludo y observo unos segundos; le tomo sus datos personales, se llamaba Rebeca, finalizo el llenado del formato con la pregunta: ¿Qué deseas proyectar con tus fotos Rebeca?  Vino entonces un prolongado silencio y ella pensó, es bastante joven, buen cuerpo, se ve amigable, pero ¿por qué no contesta? Minutos después la modelo se sinceró y dijo: creo que aún no sé, usted que me aconseja.

 

Para evitar incomodarla, Margarita desvió la plática preguntándole que corsetería había escogido, ¡y de ahí partiremos dijo para sí!

 

Rebeca saco su atuendo y era divino, combinaciones de negro con grises y rosa pálido con mucho encaje de por medio, perfecto, tiene buen gusto pensó: ve y cámbiate y ahorita te daré las indicaciones, le comentó.

 

Mientras eso ocurría la fotógrafa corrió al frigobar y sirvió dos copas de la botella de vino espumoso para poder relajarse y ambientar a la nueva clienta; era parte del protocolo.

 

Cuando salió Rebeca del vestidor le dio la copa y le dijo, mientras saboreas este delicioso vinito te explico de que se trata… “Mira, el boudoir es un tipo de fotografía que fusiona el objeto con la cámara, no es desnudo artístico, tampoco es que te vas a desnudar frente a la cámara, nooo, para nada”

 

Termina tu copa por favor, le sugirió sutilmente.  Vamos a comenzar con una serie de 10 tomas, relájate, ve escuchando mis indicaciones y todo va a estar bien. La modelo temblaba sin control y su rostro reflejaba dolor más que emoción, pero el vino es el vino, así que después de dos copas la sonrisa fue fluyendo.

 

Le pidió que posara en un sillón enorme azul índigo, y la combinación con el atuendo de la joven era de diez, a pesar de ello, los problemas continuaron porque no sabía cómo sentarse, Margarita fue en su auxilio y le acomodó los brazos y las piernas para que luciera su buena figura. Antes de hacer esas primeras tomas fue directo a su copa, bebió aprisa y se sirvió una más.

 

La luz y las sombras que obtuvo eran excelentes, pero no ayudaba la sonrisa de Rebeca. Pensó: el fotógrafo debe trasmitir un sentimiento o emoción a través de la imagen, debo contar una historia y esta chava no me da nada. En silencio se preguntaba cómo le hago; se acercó a la copa servida y la bebió ávidamente.

 

Movió a la modelo y la paso a una cama especialmente decorada con tres cojines de terciopelo negro, y le dijo: acomódate de costado y coloca tu cabello al frente, la chica hizo lo que pudo, sonríe le pidió; pero la sonrisa era mueca disfrazada.

 

Un poco desesperada se le acercó y nuevamente sugirió que tomara una copa más de vino antes de que se calentara, y le recordó que era normal estar nerviosa, que lo tomara con calma. Después de tomar ella su tercera copa le comento que necesitaba que ella se pensara realmente hermosa, que no posara con miedo, que se sintiera dueña del mundo, que ahí en el estudio no había nadie más.

 

Tomo una vez más su cámara, acomodo las luces tenues que tan costosas había conseguido, y que daban la sensación de intimidad; por unos segundos inhalo y exhalo de espaldas a Rebeca, y los recuerdos fueron inevitables, cientos y cientos de tomas fotográficas de bodas, de todos los estilos que le pedían las lograba tomar, ¡era tan sencillo y relajado!!

 

¡Que hacía ahora con una modelo traumada y que no sabía que quería? ¡¡Carajo!! Volteo a verla y le hizo la seña con los dedos que la esperara unos minutos. Salió al pasillo, cerro los ojos y se vio así misma consternada llorando en cada rincón del departamento que rentaba cuando fue soltera, por un instante se imaginó los episodios destrozándose internamente, con pensamientos negativos y duras críticas hacia su cuerpo, era la época en que no se aceptaba tal cual era. Pensó también que de esa persona ya no quedaba nada, así que tomo aire y entró a lidiar con el desafiante trabajo de terapia intensiva para Rebeca.

 

A ver mi reina, dijo en voz alta y con firmeza, ¡esto se trata de ser perrucha!!, quiero que camines hacia el ventanal que es solo de decoración, quiero que cuando camines hacia allá te imagines que te está esperando ese hombre que te agrada tanto, que le sonrías con entusiasmo, que nos comuniques con esta fotografía tu historia de amor…vas a caminar como gacela que lentamente se acerca a su presa…¡¡Así que por favor tomate la copa que sigue y acción!!

 

Cuando terminaron, casi una hora después, ambas reían sin parar, el vino espumoso se había terminado, pero Margarita tenía ya el material suficiente para contar muchas cosas de su modelo. Confirmo entonces que cada fotógrafo propone algo distinto a sus clientes simplemente porque cada individuo es diferente; no los puedes tratar igual.

 

Rebeca, ya vestida como llegó, se retocó el maquillaje y desinhibida, dicharachera y tambaleante sacó sin permiso la segunda botella del frigobar, la destapó y sirvió para ambas, diciendo a Margarita, agrégala a mi cuenta por favor. Ella, sin pensarlo más, volvió a tomar su cámara…