Cuando
la fotógrafa es tu madre…
Edith
González Marín
Mayo
8 de 2020
Mi mamá no fue distinta en los dones, aciertos
y errores que tienen todas las madres. Alicia se llamó, y le tocó vivir la
época cuando tener muchos hijos era lo cotidiano. Creo que ser hija única le
dio la segunda razón para justificar tener ocho; uno tras otro, sin mucho
margen de tiempo. Desde pequeños descubrimos que su vocación estaba equivocada,
ella debió ser fotógrafa y no oficinista. Si bailábamos, cantábamos o reíamos
de inmediato levantaba sus manos y las colocaba en su cara simulando tomar una
foto. Si veíamos juntos la televisión tirados al piso, nos hablaba desde lejos
y hacia su pose de fotógrafa experta y pedía que sonriéramos.
Así transcurrieron los años. Criar, formar y
mantener ocho hijos fue titánico, abrumador y estresante; razón por la que la
cámara fotográfica no la conseguía. Cuando la mayoría de sus hijos fuimos
adolescentes había más oportunidades de hacer sus tomas ocurrentes y
fantasiosas, sugería inclusive la pose especial para que sus cuadros mágicos
quedaran perfectos. Abrazados, pintando paredes, enterrados en la arena o
dentro del mar, se agregaron entonces amigos, primos, novios, en fin, miles de
tomas de ficción.
Alicia finalmente obtuvo su primer cámara de
verdad como regalo de sus hijos el diez de mayo de 1980, y ahora su gasto mas
fuerte eran los rollos y revelados de los cientos de fotografías que no le
daban tan buenas calificaciones; pero ella no se frustró, por el contrario,
duplicó los intentos y dejó el legado mas significativo que sus hijos pudieron
tener: las fotos
Cinco años después la cámara de Alicia dejó de
ser usada. Un primero de enero de 1986 la trágica e inesperada muerte de su
hijo mayor la dejó en una calma que asustaba. Se le veía y sentía frágil, su
leve sonrisa era la fachada para esconder un corazón golpeado, herido,
sangrante. Mi mamá dejó el mundo de los vivos desde ese trágico suceso. ¡Todos
comenzamos a extrañar la voz animosa, sus abrazos cálidos, y claro, las muecas y
señas insistentes que pedían foto! Simplemente no pudo adaptarse a vivir sin
uno de ellos. El dolor la aniquiló.
A la sombra de este frondoso árbol de mango,
escenario de muchas de sus tomas, me descubro a mi misma posando en esas
graficas que nunca se revelaron y que se convirtieron en sellos imborrables.
Cierro los ojos, respiro profundo, puedo a mi antojo ampliar y ver de cerca
cada una, recortarlas o descubrir detalles. Hay una en especial donde estoy a
solas con ella en la cama, boca abajo con su cabeza recostada sobre la mía,
riendo en complicidad por el parecido que tenemos. Abro mis ojos húmedos y reconozco
que Alicia fue la mejor fotógrafa que mis hermanos y yo pudimos tener.
En la actualidad, las cámaras han desaparecido,
ahora los móviles sustituyen muchas tareas, y con las aplicaciones es más fácil
hacer las selfies, los videos en zoom o tiktok para subirlos a Facebook o
Instagram. Soy yo la que juega a fotógrafa con mi hijo Rafael para las tomas
imaginarias, y muero de risa de solo pensar que fueran ocho hijos y no uno.
2 Comentarios
Mi querida Edith, es un bello texto que me llena de nostalgia. Bien construido con personajes imperecederos. Te felicito. Pepe Gálvez.
ResponderBorrarPura nostalgia estimado Pepe.
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